Aterrorizada por desconocidos.
Eso, exactamente, le sucedió el año pasado a Marta (nombre ficticio).
Tenía 13 años y, cuenta su madre, "siempre sacaba muy buenas notas y le
gustaba mucho el colegio". Todo empezó con una niña que la insultaba:
"La llamaba hija de puta, marginada..." relata todavía angustiada su
progenitora. Pero, de pronto, el asunto escaló: "Yo notaba que me
excluía la gente y al ir por los pasillos me insultaba,
gente mayor y más pequeña que yo no conocía de nada", dice la cría, con voz tenue al otro lado del hilo telefónico. Por fin descubrieron lo que pasaba. Alguien
había subido una foto suya a una popular red social
a la que se accede por invitación y Marta se había convertido en objeto
de chanza general. A ello se sumaron empujones por las escaleras y un
acorralamiento en el patio. Hasta que la niña se partió en mil pedazos.
"Yo notaba que me excluía la gente y al ir por los pasillos me insultaba, gente mayor y más pequeña que yo no conocía."
Marta, 14 años, víctima de acoso escolar.
Se le empezó a caer el pelo, y el tratamiento psicológico se
convirtió en psiquiátrico. Llegaron las autolesiones, las voces que le
hablaban sólo a ella y un terror desmesurado.
"Me dan miedo los niños",
confiesa esta alumna ejemplar enamorada de los animales. La
intervención del centro no hizo sino empeorar la situación, y acabaron
por sugerir que el problema era en realidad de la propia niña. Un
argumentario habitual en el sector educativo para zanjar el problema,
afirma el psicólogo especializado en acoso
Iñaki Piñuel.
Ha pasado un año y, aunque la han cambiado de centro, acudir al instituto le desata ataques de pánico.
Estrés postraumático. De momento, capea el temporal en casa con los profesores del
Servicio de apoyo educativo domiciliario de la Comunidad de Madrid.
"El fenómeno conflictivo que más crece en Internet es el
ciberbullying", explica Guillermo Cánovas, director del Centro de
Seguridad en Internet para España del programa de la Comisión Europea y
presidente de la organización de protección del menor
Protégeles.
"El acoso psicológico ha existido siempre pero el ciberbullying es
mucho más dramático", advierte Cánovas, que enumera características
clave que lo hacen "mucho más dañino y especialmente doloroso". Por un
lado,
la publicidad: "Es una situación que no se da
sólo en el patio del colegio o a la salida de clase, se da en Internet y
es público. Lo pueden ver tus amigos, tus padres, tus profesores, mucha
otra gente, y es una humillación pública", precisa el experto. No sólo
eso, además
permite la participación de terceros, que
añaden comentarios, burlas, refuerzan lo que otros están diciendo, "de
forma que el menor resulta acosado por personas que no conoce ni le
conocen".
"La violencia psicológica, como la física, produce nuevos adeptos. La
gente se agrega porque ser miembro de la masa linchadora es una forma
de integrarse socialmente", explica Piñuel. "
Es como una bola de nieve,
va a más y no lo puedes parar". Por eso es fundamental atajar el
problema a tiempo, dice este experto, autor de un estudio que apunta que
un 23% de los niños y adolescentes españoles sufre en
silencio conductas de maltrato recurrente en las aulas. Según Piñuel, el
sector educativo "minimiza" la realidad del acoso, limitándolo a los
casos más extremos. Jesús María Sánchez, presidente de Ceapa
(Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos),
cree que "el hecho existe, pero no debe de magnificarse como algo que se
está viviendo continuamente". Mientras, la defensora del profesor,
Inmaculada Suárez, destaca la dificultad en ocasiones de detectar el
abuso, y la delicada posición del docente, que debe interpretar si se
trata de un enfrentamiento puntual o un caso reiterado de maltrato.
Las armas: del SMS al 'post'.
A veces el abuso se produce enviando
mensajes amenazadores
de móvil, otras, colgando en el perfil virtual de la víctima
comentarios humillantes, en ocasiones, como el caso de Marta, el acosado
ni siquiera está en la red social, pero
usan su imagen para burlarse de él. Y un último tipo, cada vez más frecuente, añade Cánovas, es la
usurpación de identidad:
"Para causarle un perjuicio crean un perfil falso con el nombre de este
menor y lo usan para generarle un conflicto con terceros y que estos, a
su vez, le generen un problema en consecuencia".
"La violencia psicológica, como la física, produce nuevos
adeptos. La gente se agrega porque ser miembro de la masa linchadora es
una forma de integrarse socialmente"
Iñaki Piñuel, psicólogo especializado en acoso.
Parte del problema deriva la gran exposición de los niños y adolescentes
al móvil e Internet. Gran parte de sus relaciones sociales se
desarrollan ahora en este universo virtual y paralelo, ventana constante
de exhibición. Y conviene saber dónde poner los límites para evitar
males posteriores.
Mara Cuadrado relata, por ejemplo, casos de chantaje
en los que una adolescente ha enviado a algún 'ligue' fotos subidas de
tono y, al romper con él, éste la amenaza con hacerlas públicas. O los
riesgos de la cada vez más común práctica entre los jóvenes de hacerse
fotos con ropa provocativa en los probadores de centros comerciales para
colgarlas en la web, que en ocasiones van in crescendo y puede dar
lugar a imágenes que muestren más de lo que el afectado hubiera a
posteriori deseado.
Los episodios de ciberacoso, además, pueden prolongarse en el tiempo,
porque depende de dónde estén colgados los contenidos puede ser difícil
retirarlos y puede que la situación de acoso "haya terminado en el
colegio pero toda la información y burlas siga en Internet, aun
habiéndose resuelto el conflicto".
Pero, peor si cabe que todo eso, es el hecho de que no se restringe a
los muros del colegio o del instituto. "No descansas", dice Cánovas, el
ciberacoso persigue a la víctima hasta el ordenador personal de su
dormitorio o viaja con él en el móvil que lleva en el bolsillo.
La única 'ventaja' del ciberacoso es que deja rastro. "En el ciberbullying es preciso recopilar siempre esa evidencia electrónica.
Haz un pantallazo, imprímelo, contacta con la red social para que
guarden esa información", explica Ana Fernández, coordinadora del
departamento jurídico del Centro de Internet segura Protégeles. Piñuel
concurre, y destaca que a menudo cuando el acosador sabe que está siendo
monitorizado cesa su agresión, por lo que su equipo trabaja con una
empresa especializada que registra los contenidos ofensivos, lo comunica
automáticamente a la Policía y certifica que no han sido manipulados
por el usuario para que sirvan como prueba legal si éste decide
interponer algún tipo de denuncia.